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viernes, 8 de noviembre de 2013

OLIMPIADAS 1936 - 1992

Que Barcelona celebró las Olimpiadas de 1992 y rompió con los moldes establecidos en voluntariado y organización es algo conocido hasta en el más recóndito del mundo, pero lo que yo no sabía -con este blog estoy aprendiendo muchas cosas y valorando, aún más, lo que ha hecho y es esta ciudad- es que en 1936 intentó celebrar otras tan o más significativas que las del 92.
 
En el mes de mayo de 1931, antes de acceder Adolf Hitler al poder,  Berlín había sido elegida por el Comité Olímpico Internacional, sede de los XI Juegos Olímpicos a celebrar en agosto de 1936. Aunque el ascenso de Hitler al poder hiciera que algunos países, como por ejemplo los EE UU, se plantearan renunciar a formar parte de los mismos, lo cierto es que al final decidieron estar junto al resto de los 48 países participantes.
 
En aquellos momentos, esta ciudad decidió cambiar la programada 'tercera olimpiada obrera' y, en su lugar, celebrar una Olimpiada Internacional y alternativa como boicot y contrapeso a la olimpiada oficial organizada en el Berlín de Hitler.
Fue tanto el peso que alcanzó que muchos de los países estuvieron inscritos en los dos juegos, los oficiales de Berlín y los llamados despectivamente "parajuegos" de Barcelona.
 
La Olimpiada Popular de Barcelona estuvo financiada por el Gobierno español (250.000 pesetas), por el francés (600.000 pesetas) y por la Generalidad de Cataluña (100.000 pesetas), con la implicación de partidos de izquierda y movimientos obreros, iba a tener a la ciudad mediterránea como  escenario en el que habría de desarrollarse la protesta más contundente ante la celebración de los XI Juegos Olímpicos de Hitler que se celebrarían del 1 al 16 de agosto de 1936, y en el que estaban representados 49 países con 4.066 deportistas.
 
Un total de 23 delegaciones acudieron a la cita de Barcelona con un total de seis mil deportistas participantes, entre las que se encontraban regiones sin el estatus de independencia política como Argelia, Palestina, País Vasco u organizaciones judías perseguidas por el fascismo en Europa, haciendo así gala de los principios del internacionalismo obrero, la libertad y la fraternidad entre los pueblos.
 
Aquel fatídico 18 de julio de 1936 se encontraban los atletas en el estadio de Montjuic en Barcelona, ensayando sus actuaciones para el día siguiente en que se inaugurarían los juegos, cuando les fue comunicado el alzamiento nacional contra la República; esa misma noche quedaron suspendidos todos los actos del día 19 y por supuesto las Olimpiadas Populares, la afrenta más directa que se hizo al régimen nazi quedó anulada como consecuencia del levantamiento de una parte del Ejército.
 
Al día siguiente la plaza de la República era ocupada por una manifestación de atletas agradeciendo a la ciudad su hospitalidad y llamando a la resistencia contra el fascismo. Muchos de los atletas de aquella Olimpiada Popular, en vez de regresar a la tranquilidad de sus hogares, fueron conscientes de la necesidad histórica en la que se veían envueltos: el primer frente de guerra contra el fascismo y estos atletas fueron los primeros en engrosar las famosas Brigadas Internacionales.

Además de  la Olimpiada Popular también se suspendió la Olimpiada Cultural que se iba a celebrar en paralelo con la primera.

A Pau Casals, el gran violonchelista, compositor y director de orquesta barcelonés, la noticia de la sublevación le llegó la tarde noche del 18 de julio, cuando junto a su orquesta interpretaba la Novena Sinfonía de Beethoven que, como figuraba en el programa, habrían de interpretar en el Teatro Griego de Montjuic el día 19 de julio en la inauguración de los juegos.
Al serle comunicada la noticia, dirigiéndose -visiblemente emocionado- a los músicos, les expresó su deseo de: “No volver a tocar de nuevo aquella sinfonía hasta que volviese la paz” y así lo hizo; pero fue más lejos: Pau Casals nunca más volvió a tocar en tierra española, tampoco lo hizo en Rusia, Alemania o Italia en señal de protesta y lucha contra los totalitarismos y las dictaduras.
 
Las olimpiadas nazis fueron un éxito, Hitler ganó muchas medallas y el general golpista Francisco Franco Bahamonde, para desgracia de España, ganó la Guerra Civil. El resto ya lo sabemos y ahora también se que Barcelona, en el 36, quiso llevar a cabo un acto de pluralidad y libertad ejemplar.

1 comentario:

Marc Ferrus dijo...

Aquesta ciutat sempre ha encapçalat la davantera en qüestions com llibertat, pluralitat, europeisme i modernitat. No és d'estranyar que davant d'un fet tan puntual i vergonyós com aquest dels nazis que tant agrada recordar al PP, també reaccionés.
És molt fàcil sentirse orgullós de Barcelona i del poble sencer de Catalunya.