El barraquismo de Barcelona, fue un fenómeno, problema urbano o vergüenza que abarcó casi todo el siglo XX, creando una ciudad, vamos a llamarla 'informal' junto a la ciudad perfectamente planificada de los núcleos antiguos, el Eixample, los polígonos y otras formas de crecimiento periférico.
Esta ciudad 'informal' se extendió por la montaña de Montjuïc y el frente marítimo, y ocupó tanto las colinas como algunos espacios intersticiales de la periferia del Eixample como la parte alta de la Diagonal, la avenida Sarriá, el término de la avenida de Roma o del Hospital de Sant Pau, además de El Carmelo o la Perona. (Foto de arriba, vista desde las barracas de Montjuic en los años 30).
El problema del barraquismo nace en los primeros 20 años del Siglo XX cuando la Barcelona industrial atrae a cantidades masivas de trabajadores. La escasa atención al problema de la vivienda, la falta de recursos públicos, la exigua industrialización del sector de la construcción y la congelación de rentas, que provocó un menor interés de los propietarios por alquilar las viviendas, agravaron la falta de vivienda popular.
Ello provocó un aumento de los realquilados y el crecimiento de los barrios de barracas, que se triplicaron entre 1914 y 1922, y pasaron de unas 1.200 a 3.600.
1926 - Barracas en la Av. de Roma frente a la cárcel Modelo.
1928 - Barraca en Montjuic.
1940 - Montjuic. Suministro de agua.
Las autoridades municipales sólo actuaban cuando había que erradicar ciertos núcleos, como ocurrió con las barracas que rodeaban el recinto de la Exposición Internacional de 1929; pero el problema era estructural, y el barraquismo se reproducía de inmediato en otras zonas de la ciudad.
Cuando la Exposición universal abrió sus puertas, ya había cerca de 6.000 barracas en Barcelona, pese a que habían sacado adelante el proyecto de las 'Casas Baratas', una especie de chavolismo vertical, para erradicar las edificaciones ilegales que se hallaban dentro del recinto ferial.
Lo mismo sucedió con la celebración del Congreso Eucarístico de 1952, cuando se eliminaron las barracas de la Diagonal y prácticamente en un mes se construyó Can Clos en Montjuïc, para que esas construcciones no afeasen la visión de la idílica España de Franco.
En esos años de posguerra y de la nueva España de Franco, los núcleos barraquistas fueron a peor. La miseria y la represión expulsaron del mundo rural a miles de personas que buscaron la supervivencia en Barcelona. El rápido aumento de población supuso el auge de las tradicionales formas de infravivienda, crecieron los núcleos de barracas ya existentes y aparecieron otros nuevos, como los de El Carmel y La Perona. Un paisaje urbano que las autoridades del régimen intentaban ocultar, pero a pesar de la represión política se empezaron a escuchar voces críticas desde algunos colectivos profesionales y sectores de la Iglesia católica. (A la derecha foto de El Carmel en 1960).
En la Semana del Suburbio, organizada por la Iglesia en 1957, se calculó que en Barcelona había 10.352 barracas.
A principios de la década de los sesenta ya eran cerca de 20.000.
1960 - Barraquismo en Montjuic ya ocupa casi toda la montaña.
1970 - Las barracas del Somorrostro van desapareciendo.
1974 - Barracas en la calle Castillejos, cercana al Hospital de Sant Pau que aparece arriba a la derecha.
En la segunda mitad de los años 70, al final de la etapa de construcción de los grandes polígonos de viviendas, el barraquismo se redujo a 1.460 barracas, según el censo del Patronato Municipal de la Vivienda en 1974.
La mayoría de esas barracas estaban enclavadas en El Carmel, un barrio con unos habitantes que no estaban dispuestos a ser trasladados, y en el Camp de la Bota.
El último gran realojamiento, efectuado en el barrio de La Mina, se produjo pasada la mitad de los setenta. En este nuevo polígono, construido por el Patronato de la Vivienda dentro del término de Sant Adrià, se reasentó a buena parte de los habitantes de El Camp de la Bota y de otros núcleos barraquistas como el de Sant Pau. Fue una concentración forzada de personas de procedencia diversa que compartían una gran precariedad y dependencia de ayudas sociales que junto con la crisis económica de aquellos años los arrojaba a un paro masivo.
En diciembre de 1990 Pasqual Maragall, entonces alcalde de Barcelona, dirigió la demolición de la que constaba oficialmente como última barraca de la ciudad, precisamente situada en El Carmel. Atrás quedó más de un siglo de barriadas insalubres, desatendidas, aglutinadoras de construcciones destartaladas y efímeras, además de ilegales, a merced del viento o del mar.
Su total erradicación durante los años anteriores a la Barcelona olímpica no ha dejado rastro de ellas en el territorio -tan solo una placa en el Somorrostro-; pero su historia, que pervive en la memoria de muchos de los antiguos barraquistas, sigue estando llena de luces y sombras, sobre todo de sombras.
Sombras de una, ahora, gran y moderna ciudad que muchos quieren olvidar pero que también forma parte de nuestra historia.